Golpeaba al que sentía más cerca sin desfallecer mientras las fauces del resto intentaban clavarse en su cuerpo.Pero el joven rey cada vez más cansado por el esfuerzo comenzó a debilitar sus golpes. Cuando ya había decidido dejarse vencer, de pronto, en el bosque……Sonó un lamento desgarrador, tan profundo ylastimero que asustó a los lobos que salieron como almas perseguidas por el diablo.A Enrique III se le paralizó por unos minutos elcorazón.Cuando todo quedó nuevamente en silencio apareció la figura de la muchacha de la Catedral de Burgosante él. Esa joven que tanto amaba y recordaba…El rostro de la dama, que siempre había sido muy hermoso, esta vez estaba marcado por el dolor y latristeza.Unos ojos brillantes, unas mejillas húmedas, una piel blanquecina y unos labios inmóviles y muy prietos.El joven rey, seguía escuchando pequeños lamentosque salían de ella. Pero no los pronunciaba su boca, parecían surgir desde su corazón.Esta vez, el rey se encaminó hacia ella decidido aabrazarla y besarla. Pero la muchacha le apartódelicadamente y le dijo: