Una tarde, tan absorto estaba en sus pensamientos, que andó mucho más de los acostumbrado. Cuando volvió a la realidad, se dio cuenta que se había perdido.
Intentó regresar rápidamente sobre sus pasos ya que comenzaba a anochecer. Sin embargo, fue incapaz de recordar el camino. Sin darse cuenta, iba en dirección contraria internándose cada vez más en el bosque.
Cayó la noche y un silencio aterrador lo cubrió todo. Solo se escuchaba las pisadas torpes y la respiración entrecortada del rey.
De pronto, el joven comenzó a escuchar movimientos extraños detrás de unos matorrales cercanos. Unos ruidos que le helaron la sangre. Se oían respiraciones fuertes que erizaban la piel, se escuchaban muchas pisadas que rompían las ramas al pasar…
Preso del pánico, el monarca salió corriendo desenvainando su espada al mismo tiempo. Pero unos ojos brillantes paralizaron su carrera completamente. Doce ojos hambrientos de carne humana.
Seis lobos le habían acorralado sin dejar hueco para poder escapar. Los animales le atacaron y el rey supo defenderse con su espada.