Dicen que al igual que los poetas románticos o los héroes revolucionarios las princesas a las que acaban de romper las el corazón se marchan desierto para juntar uno a uno los trocitos (a sus amigas dicen frases del tipo: "me voy a encontrarme a mí misma" "quiero darme un tiempo" "necesit asimilar lo ocurrido")
Allí nadie las reconoce: allí solo son arena.
Y si soplan con fuerza los vientos alisios, la arena cobra vida y las cubre con un beso que la sana las heridas.
Al volver a sus rutinas lo hacen con el corazón entero y un único souvenir: un puñado de arena en los zapatos de tacón.
Roger Olmos