Cuando yo era pequeña nunca quería pisar charcos. No porque temiera mojarme los calcetines o pisar gusanos ahogados; era, en general, una criatura sucia, con una bienaventurada indiferencia hacia cualquier tipo de mugre.
Era porque no creía que aquel espejo liso sólo fuera una fina película de agua sobre la tierra sólida. Estaba persuadida de que era una puerta hacia algún espacio insondable. A veces, al ver las diminutas olas provocadas por mi proximidad, pensaba que el charco era profundísimo, un mar sin fondo en el que se ocultaban la perezosa espiral del tentáculo y el brillo de la escama, con la amenaza de enormes cuerpos y dientes agudos a la deriva, sin lentes, en las remotas profundidades.
Y entonces, bajando la vista al reflejo, veía mi propia cara redonda y mi pelo rizado en una extensión azul sin contornos, y pensaba en cambio que el charco era la entrada a otro cielo. Si lo pisaba caería de inmediato y seguiría cayendo, más y más, en el A espacio azul.
Sólo había un momento en que osaba caminar a través de un charco: era en el crepúsculo, cuando asomaban las estrellas vespertinas. Si al mirar en el agua veía allí un alfilerazo luminoso, entonces podía chapotear sin miedo, pues si caía en el charco y en el espacio podría aferrarme a esa estrella, al pasar, y estaría segura.
Aún ahora, cuando veo un charco en mi camino, mi mente se detiene a medias (aunque mis pies no lo hagan) y luego sigue su camino, dejando atrás sólo el eco del pensamiento:
¿Y si esta vez cayeras?
Era porque no creía que aquel espejo liso sólo fuera una fina película de agua sobre la tierra sólida. Estaba persuadida de que era una puerta hacia algún espacio insondable. A veces, al ver las diminutas olas provocadas por mi proximidad, pensaba que el charco era profundísimo, un mar sin fondo en el que se ocultaban la perezosa espiral del tentáculo y el brillo de la escama, con la amenaza de enormes cuerpos y dientes agudos a la deriva, sin lentes, en las remotas profundidades.
Y entonces, bajando la vista al reflejo, veía mi propia cara redonda y mi pelo rizado en una extensión azul sin contornos, y pensaba en cambio que el charco era la entrada a otro cielo. Si lo pisaba caería de inmediato y seguiría cayendo, más y más, en el A espacio azul.
Sólo había un momento en que osaba caminar a través de un charco: era en el crepúsculo, cuando asomaban las estrellas vespertinas. Si al mirar en el agua veía allí un alfilerazo luminoso, entonces podía chapotear sin miedo, pues si caía en el charco y en el espacio podría aferrarme a esa estrella, al pasar, y estaría segura.
Aún ahora, cuando veo un charco en mi camino, mi mente se detiene a medias (aunque mis pies no lo hagan) y luego sigue su camino, dejando atrás sólo el eco del pensamiento:
¿Y si esta vez cayeras?
VIAJERA
Os traigo un shooting especial e improvisado que hicimos hace unas semanas y que no me puede gustar más el resultado.
Esta combinación la he usado en numerosas ocasiones y varios eventos y no quería dejar de compartirlo con vosotr@s.
Os dejo con la selección de imágenes. Espero que lo disfrutéis y que percibáis el cariño con el que están hechas.
Mil besucos y uno más
Dress: El Corte Inglés
Blazer/Jacket: Condesita
Bag: Mango
Ankle boots: Stradivarius
Las fotos son una pasada y la chaqueta me encanta!!
ResponderEliminarUn besito!
Mónica Sors
MES VOYAGES À PARIS
NEW POST: CALIFORNIA DAYS... IN N OUT
I'm delighted with this set :)
ResponderEliminaryou look gorgeous!:)
http://fashionmakeup-czarnulaxyz.blogspot.com/